Preseleccionado: ¿Y porqué no?: Gabriela Díaz Rojas

En la abigarrada ciudad de Santiago, en aras del progreso y la modernidad, se aprecian numerosos cambios, tanto en el paisaje arquitectónico, vías de transporte y vegetación, y mientras se moderniza todo , disminuyen peligrosamente los espacios verdes. Sin embargo sorprende gratamente encontrar en el casi nuevo recinto de Inacap, que se ha respetado un hermoso semicírculo de nuestras estilizadas jubaea chilensis, realmente es una acción encomiable. Otras acciones, sin embargo no lo son, como por ejemplo, las políticas públicas de reforestación que invaden la ciudad con especies extranjeras, como si no hubieran hermosos ejemplares autóctonos.

Desde hace tiempo, las principales arterias capitalinas han sido arborizadas con la especie de “plátano oriental” que es el responsable de muchas enfermedades respiratorias, junto con los otros tipos de contaminación. A este ejemplar, se agregó el hermoso castaño de Indias, no por bello menos causante de alergias, el hermoso liquid ámbar, el ácer japónica y recientemente agregaron el maple y la palmera datilera. El argumento de las personas encargadas de arborizar es que estas especies vegetales :”no levantan las veredas”. Eso no es verdad; en calle Portugal, Santiago Centro, han sobrevivido dos peumos y no hay ninguna vereda rota.

Cuando D. Pedro de Valdivia se asomó a este hermoso valle, quedó impactado con la belleza de la vegetación y por ese motivo eligió este lugar para su futuro asentamiento, y así lo expresó en las cartas que enviadas al Rey. Desde siempre los árboles han cubierto muchas de las necesidades de las personas, vivienda, muebles y leña; y en la creación y asentamiento de ciudades fue necesario derribar los bosques para hacer sitio a la construcción de viviendas, pastura de animales y al cultivo de plantas comestibles. Pero como los seres humanos tenemos la insana manía de talar, talar hasta la exacerbación, poco a poco las especies que había en el valle del Mapocho fueron mermando hasta desaparecer, casi por completo.

La comuna de La Florida no le hace honor a su nombre, mucho menos Lo Prado, la cual debe su nombre al apellido de la familia que fue propietaria de esos terrenos en el siglo pasado. Allí nunca hubo ningún prado. La comuna de El Bosque sí tuvo uno, del cual no queda huella.

A esto se agrega que los parques de la capital son demasiado pequeños, aún así aminoran en algo el problema de contaminación; si no fuera por las humildes placitas que hay en los diferentes conjuntos habitacionales, no habría árboles, menos flores.

Sumemos a esto, las podas de abril que son verdaderos atentados criminales a los árboles, son inarmónicas y antiestéticas. Los árboles tanto del interior de las casas como de las veredas son víctimas de una poda que los deja convertidos en un tronco con raíces, una especie de muñón que noblemente vuelve a brotar en cada primavera. Y qué decir de los árboles frutales, la tala es tan irracional que no queda ninguna rama a la altura

de las personas; y cuando llega la hora de cosechar la fruta, ésta es literalmente inalcanzable y finaliza pudiéndose o secándose sin que nadie la aproveche.

Hay escasa educación en las familias acerca de la conveniencia de alimentarse de frutales caseros; es preferible comprarlos en el supermercado, aunque en casa el árbol, por ejemplo de damascos esté cargado y la fruta se pudra. A ello se agrega que una gran cantidad de personas tala, corta y luego pavimenta las aceras frente a sus casa y parte de sus patios para que no llegue “tierra” al interior de la casa y señalan que las hojas de los árboles :”ensucian la vereda”.

No nos vaya a suceder lo que le pasa al simpático pero tonto Sid el perezoso en la película “La Era del hielo”, quien en un arranque de la más inocente torpeza e ignorancia se come el último diente de león.

Erróneamente, la mayoría de las personas cree que solamente es asunto de las autoridades mantener un medio ambiente saludable y descontaminado. Y en algunos casos existe un desconocimiento de la importancia de los árboles en nuestro entorno cercano. Si las personas comunes y corrientes tuvieran conciencia acerca de la importancia de cada árbol, lo cual es, entre otras cosas, procurarnos el insustituible oxígeno, podrían presionar a las autoridades encargadas de forestar, y si ello se hace con especies autóctonas, tanto mejor.

Los dato históricos y estadísticos indican que la mayoría de las especies arbóreas existentes en el país alguna vez estuvieron presentes desde Coquimbo hasta Valdivia.

¿ Y porqué no enseñar a nuestras niñas y niños, en el colegio a amar nuestra flora nativa, en vez de amar el

mall?

¿ Y porqué no, enseñar a la población a construir paneles solares y así depender de la energía que gratuitamente nos entrega el dios Inti todos los días?

¿Y por qué no incentivar a la población, acerca de la importancia de reforestar con árboles nativos, y propiciar el consumo de avellanas y piñones en reemplazo de “nachos” o papas fritas?

¿Y porqué no tener nuestro propio peumo , avellano o canelo en el patio de nuestra casa y, en vez de estar orgulloso de tener una 4 x 4 , sentirse feliz y pleno de tener un árbol nacido en este país al igual que muchos de nosotros ?

Gabriela Díaz Rojas